Ayúdame a seguir, le dije.
Me despojé del frío junto a él,
en sus brazos.
Las ropas esparcidas
despoblaron la piel de otros deseos.
Aquella vez la noche se alió con nosotros:
fragor bajo su aliento,
entre sus muslos, lava.
Me perderé contigo
-respondió con firmeza-.
No entendió la llamada
y quiso detenerme.
Agradecí a mi estrella los momentos vividos
y me alejé despacio,
temprano, sin ruido,
para no despertarlo.