y aún estoy vivo.
La noche me transforma en una sombra errática.
Deambulo,
y mis pasos se pierden por las calles de una ciudad
que ahuyenta su muerte en las tabernas,
al abrigo del canto que profana el silencio
y apura en las esquinas el último minuto,
la última esperanza.
Son las tres
y mi voz no enmudece.
Hay escarcha en mis labios,
y mi grito se expande más allá de los muros de una ciudad
que apenas me conoce.
Callaré antes del alba,
ya pasadas las tres.
Aguardaré otra noche con la luna de espaldas
y entonaré mi canto. Por siempre el mismo canto,
si aún, para entonces, vivo.
¡Qué hermoso poema, Trini! Un abrazo.
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