Errantes, frente a la noche solos. Con la palabra como única compañía. La palabra hecha canto. La palabra como salvación, como catarsis. Mientras la luz nos niegue.

domingo, 11 de junio de 2017

MÍA Y LA TARDE: SOLILOQUIOS

Nadie. No queda nadie.

A la luz mortecina de una farola vieja,
la silueta de un cuerpo teñido de cemento.
Ebria de alcohol y humo,
la calle es un rosario de esperanzas desiertas.
Soledades de asfalto.
La calle es una selva con nombres y apellidos.
Pero no queda nadie.
La silueta de un cuerpo se busca vacilante
trago a trago, y encuentra,
podrida en los escombros de la última noche,
su última mentira. Trago a trago.
Y un hombre que va consigo mismo ahogando su delirio,
deshojando la vida entre golpes de esquinas.
La silueta de un hombre que habla solo y le basta
para romper mutismos
cuando el mutismo es pacto de silencios ajenos.

Nadie. No queda nadie.

La silueta de un hombre que va consigo mismo,
que habla solo y le basta cuando todos se han ido.

domingo, 4 de junio de 2017

MÍA Y LA TARDE. SOLILOQUIOS

Hay silencio de alcobas
y es noche en las alturas.
Más abajo la carne se desnuda
de piel y de costumbre.
El alma es todo sombra,
la sombra es solo luz envejecida.
El alma es todo sombra de toda luz ausente.

Falsa quietud de lunas,
falsa apariencia.
Quién puede detener
la marcha del reloj en cada estrella.
Quién puede transgredir
el círculo vicioso de ser hombre.

Dormir,
tal vez huir con los ojos cerrados.
Huir
y regresar con los ojos vacíos.
Despertar
aventurando el llanto y la sonrisa.
Comenzar otro ayer
y seguir
sabiéndonos olvido.

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