La coherencia. Difícil alcanzarla en su plenitud. Pensar, sentir y actuar en la misma dirección. Compleja tarea si recordamos el aforismo pascaliano , "El corazón tiene razones que la razón no comprende".
La limitación principal viene dada por esa pequeña parcela de libertad que nos permite, a duras penas, ejercer el derecho a ser nosotros mismos, a elegir, a decidir, a ser dueños de nuestra vida, de nuestro destino, a no depender de las veleidades y exigencias ajenas.
Cuántas veces nos hemos visto obligados a actuar de manera opuesta a nuestro criterio o a nuestros sentimientos...
Tenemos hipotecada una parte considerable de nuestra existencia por circunstancias extrañas a nosotros.
Aun así, la coherencia ha de presidir nuestro día a día. Practicarla, manifestarla, imponerla si es preciso. La coherencia como un camino que nos conducirá al equilibrio, a la seguridad, en definitiva, a la paz interior. Una tabla de salvación para estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir.
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