Nunca sabré si mereció la pena
construir mi mañana desde la soledad.
Si fue preciso habitar sus abismos,
la oquedad de las horas,
tejer y destejer los deseos tardíos.
Nunca sabré si la casa tan blanca,
tupida de geranios,
siempre aguardó con las puertas abiertas;
si unos versos de sal
nacieron al bautismo de un mar sereno;
si desde esta soledad se abrieron los caminos
al mar de mis orillas,
a la casa encalada,
a tardes que dibujan las noches con sus lunas.
Nunca sabré si eran sueños cumplidos
o era el destino:
ofrendas con que a veces la vida nos sorprende,
o final de un trayecto que recorrí a su tiempo.
Nunca sabré si mereció la pena.
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