Lento dolor de tarde. Lenta lágrima que envejece las horas en roces de penumbra. Herida gris del tiempo que me lleva. Eco para mi voz de adiós en grito.
Quién salvará este tránsito. Quién podrá derribar la calma de sus muros. Quién podrá detener la aguja mortecina en un instante solo.
Cien silbidos de trenes amarillos rezuman por la pared del aire. Cien farolas encienden sonrisas de metralla.
Pasa la tarde así, lenta de muerte. Todo el dolor prendido en sus vacíos. Huye en hilos de luz ,como un recuerdo, por la esquina del viento y de la escarcha.
Cien farolas anuncian la noche y sus apremios.
La tarde borda surcos de cal, polvo y retiro.
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