Pronto, muy pronto,
mudaremos el traje que nos viste,
cambiaremos el corazón de sitio,
brotaremos al soplo que no cesa:
huracán de plumas
que nos mueve en sus cimbres.
Entonces pensaremos que nada fue real,
que todo fue un pasar entre tinieblas.
Podremos emprender la caminata temprano,
cuando el deseo se aloje en cada instinto
y arrecien madrugadas donde aventar querencias.
Besaremos la tierra que guía y nos sustenta
y partiremos hacia cualquier destino,
Poeta y Hombre juntos.
Y marcharemos firmes, con la mirada fija,
allá,
donde la luz alcance a alumbrar libertades,
donde la luz oriente los comienzos.
Errantes, frente a la noche solos. Con la palabra como única compañía. La palabra hecha canto. La palabra como salvación, como catarsis. Mientras la luz nos niegue.
domingo, 24 de septiembre de 2017
domingo, 17 de septiembre de 2017
MÍA Y LA TARDE: SOLILOQUIOS
Peregrina
hacia un lugar donde batirme en duelo
con la niña de agua que me crece.
Peregrina desde la entraña muda,
oculta en las ruinas,
atenta al corazón que se desborda,
en hálito febril,
por las prietas murallas de la carne.
Fugitiva en la niña que confiesa mis ansias
voy
hasta donde se mecen los primeros arrullos,
la caricia rendida arrancada de un tiempo
que conmigo camina.
Un tiempo que me niega
y siempre me acompaña.
Al acecho,
velo a la niña que reposa
en mi pecho de espumas,
y un corazón se tiende
y hace playa en su vientre.
Vierte la niña la sangre de mis venas
para nadar a orillas de azules transparentes,
para crecer en aguas con blancura de cisnes.
Peregrina de arenas.
Fugitiva de un tiempo que a mi lado camina.
hacia un lugar donde batirme en duelo
con la niña de agua que me crece.
Peregrina desde la entraña muda,
oculta en las ruinas,
atenta al corazón que se desborda,
en hálito febril,
por las prietas murallas de la carne.
Fugitiva en la niña que confiesa mis ansias
voy
hasta donde se mecen los primeros arrullos,
la caricia rendida arrancada de un tiempo
que conmigo camina.
Un tiempo que me niega
y siempre me acompaña.
Al acecho,
velo a la niña que reposa
en mi pecho de espumas,
y un corazón se tiende
y hace playa en su vientre.
Vierte la niña la sangre de mis venas
para nadar a orillas de azules transparentes,
para crecer en aguas con blancura de cisnes.
Peregrina de arenas.
Fugitiva de un tiempo que a mi lado camina.
domingo, 10 de septiembre de 2017
MÍA Y LA TARDE: SOLILOQUIOS
Será tarde
para aliviar la pena de saberme leyenda de una historia
jamás acontecida.
Tarde
cuando bajen del pecho los lentos desengaños.
Los dejaré rodar como pedradas.
Y cerraré la puerta de esta casa que habito y que comparte
el pan del mediodía.
Esta casa que aguarda
cuando todos recogen sus pocas pertenencias
y se marchan aligerando el tedio, la esperanza,
el cigarrillo apenas consumido.
Y cerraré la puerta.
Hay sitio en esta casa para el hombre
que suelta sus cadenas y redime
tanto perdón sin culpa.
Para el hombre que espera en el umbral...
Y se hace tarde.
para aliviar la pena de saberme leyenda de una historia
jamás acontecida.
Tarde
cuando bajen del pecho los lentos desengaños.
Los dejaré rodar como pedradas.
Y cerraré la puerta de esta casa que habito y que comparte
el pan del mediodía.
Esta casa que aguarda
cuando todos recogen sus pocas pertenencias
y se marchan aligerando el tedio, la esperanza,
el cigarrillo apenas consumido.
Y cerraré la puerta.
Hay sitio en esta casa para el hombre
que suelta sus cadenas y redime
tanto perdón sin culpa.
Para el hombre que espera en el umbral...
Y se hace tarde.
domingo, 3 de septiembre de 2017
MÍA Y LA TARDE: SOLILOQUIOS
Crecen las sombras,
y un silencio de voces estremece
el color de la tarde.
Crecen. Como el vacío, crecen.
Abrazan y se aferran a los cuerpos que yacen
y ocultan la esperanza y el miedo entre los labios.
Crecen. Como la ausencia, crecen.
El cielo es un adiós que llora en cada pecho.
La tierra su sendero.
Crecen. Como el recuerdo, crecen.
La tierra es el destino que lleva y no conoce
regresos que rediman la herida de la piedra.
Crecen. Como el olvido, crecen.
El cielo es el adiós.
La tierra su camino.
y un silencio de voces estremece
el color de la tarde.
Crecen. Como el vacío, crecen.
Abrazan y se aferran a los cuerpos que yacen
y ocultan la esperanza y el miedo entre los labios.
Crecen. Como la ausencia, crecen.
El cielo es un adiós que llora en cada pecho.
La tierra su sendero.
Crecen. Como el recuerdo, crecen.
La tierra es el destino que lleva y no conoce
regresos que rediman la herida de la piedra.
Crecen. Como el olvido, crecen.
El cielo es el adiós.
La tierra su camino.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)