Oscuridad, amante y diosa.
Traes la negritud del mundo en tus hechizos.
Es mi son una cadencia triste,
un consuelo cuando descalza vuelves
e invades mi secreto.
Amante fiel, coronada en el tálamo
donde mi voz eleva sus columnas
y se incrusta en tu efigie de abisales remansos.
Yo me entrego a tu ardor, y me reclino
para invocar de nuevo la semblanza
de aquel poeta en ti. Aquel
que todavía respira por tus poros
la calma de cansancio enrarecida,
el gemido triunfal de una plegaria,
el rumor de las sílabas orquestando tu danza.
Yo te recibo, amante y diosa.
Envuélveme en la tela de tu capa lunada
y anúdame a los lazos de tu enigma.
Seré poeta en ti, serás la musa
de aquel que vigilante te penetra
y roba los engendros de tu entraña.
Serás la inspiración de aquel que siembra
un campo de metáforas.
Serás refugio de aquel que escucha el hombre
y luego calla.
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