Hoy no ha venido nadie.
La puerta está cerrada. Nada se escucha.
El perro duerme junto a mis pies.
Hay polvo en los estantes
y un rumor de ascensores.
El orden, la rutina, ocupan su lugar.
Todo tiene su sitio.
Y ocurre que me canso de esta calma obligada.
El teléfono, a veces, es un guardián celoso.
Solo un libro prestado, mutilado en sus páginas,
ofrece un final feliz.
Y ocurre que me canso de esta calma.
¿Habrá razón alguna para la queja?
Quién podrá responder, dar sentido a la duda...
Hoy no ha venido nadie. Y sobran las preguntas.
Errantes, frente a la noche solos. Con la palabra como única compañía. La palabra hecha canto. La palabra como salvación, como catarsis. Mientras la luz nos niegue.
sábado, 27 de enero de 2018
sábado, 20 de enero de 2018
MÍA Y LA TARDE: SOLILOQUIOS
Me devuelves el rostro de aquella juventud,
precisamente ahora,
cuando te siento extraña. Ahora,
que mi piel sangra versos
que nunca escribiré,
posas desnuda frente a mí,
detenida en el cuadro,
ajena a mis batallas.
No insistas.
No sabría envejecer por dentro
y ceñirme tus ropas,
suplantar tu sonrisa,
y mentirme de nuevo.
No acepto tu limosna.
No insistas.
Ya no somos la misma.
precisamente ahora,
cuando te siento extraña. Ahora,
que mi piel sangra versos
que nunca escribiré,
posas desnuda frente a mí,
detenida en el cuadro,
ajena a mis batallas.
No insistas.
No sabría envejecer por dentro
y ceñirme tus ropas,
suplantar tu sonrisa,
y mentirme de nuevo.
No acepto tu limosna.
No insistas.
Ya no somos la misma.
sábado, 13 de enero de 2018
MÍA Y LA TARDE: SOLILOQUIOS
Hoy llamaré a tu puerta
cuando amaine el diluvio.
Entraré como entonces,
callándome los besos,
negando las palabras
que dejaron secuelas
en mi voz y en mis labios.
No me reproches
que viva al otro lado,
que camine a tu encuentro
por terrenos abruptos,
o rechace el dulce de frambuesas
que tan celosamente guardabas para mí.
Si te hablo de espaldas
recogiendo mis libros,
hallarás el motivo
en ese amor de saldo
que hasta ayer me ofrecías
y murió con nosotros.
cuando amaine el diluvio.
Entraré como entonces,
callándome los besos,
negando las palabras
que dejaron secuelas
en mi voz y en mis labios.
No me reproches
que viva al otro lado,
que camine a tu encuentro
por terrenos abruptos,
o rechace el dulce de frambuesas
que tan celosamente guardabas para mí.
Si te hablo de espaldas
recogiendo mis libros,
hallarás el motivo
en ese amor de saldo
que hasta ayer me ofrecías
y murió con nosotros.
sábado, 6 de enero de 2018
MÍA Y LA TARDE: SOLILOQUIOS
No olvidaré aquel tiempo...
Nacíamos cada mañana de nuestra juventud
renovando deseos, la ilusión siempre alerta.
La fuerza de la vida salía a nuestro encuentro
sin poder detenerla.
Caminábamos juntos a la clase de Historia
y hacíamos novillos en Latín.
Escapábamos luego al portal
donde nos ocultábamos para estrenar
aquel juego prohibido que aprendimos
en domingos de cine y guateques en casa de Marie.
Con la guitarra al hombro saciábamos la sed de rebeldías
que un cantautor de moda proclamaba
con su voz de vinilo.
Nada es como entonces...
Tentábamos la suerte,
y el destino era un amigo extraño
que a veces nos mostraba sus arcanos,
esos que, con afán, escribieron la historia
de estos que somos hoy.
Nacíamos cada mañana de nuestra juventud
renovando deseos, la ilusión siempre alerta.
La fuerza de la vida salía a nuestro encuentro
sin poder detenerla.
Caminábamos juntos a la clase de Historia
y hacíamos novillos en Latín.
Escapábamos luego al portal
donde nos ocultábamos para estrenar
aquel juego prohibido que aprendimos
en domingos de cine y guateques en casa de Marie.
Con la guitarra al hombro saciábamos la sed de rebeldías
que un cantautor de moda proclamaba
con su voz de vinilo.
Nada es como entonces...
Tentábamos la suerte,
y el destino era un amigo extraño
que a veces nos mostraba sus arcanos,
esos que, con afán, escribieron la historia
de estos que somos hoy.
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