Hoy no ha venido nadie.
La puerta está cerrada. Nada se escucha.
El perro duerme junto a mis pies.
Hay polvo en los estantes
y un rumor de ascensores.
El orden, la rutina, ocupan su lugar.
Todo tiene su sitio.
Y ocurre que me canso de esta calma obligada.
El teléfono, a veces, es un guardián celoso.
Solo un libro prestado, mutilado en sus páginas,
ofrece un final feliz.
Y ocurre que me canso de esta calma.
¿Habrá razón alguna para la queja?
Quién podrá responder, dar sentido a la duda...
Hoy no ha venido nadie. Y sobran las preguntas.
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