Suena la música.
Aviva mis oídos
y me concede el don
de la nostalgia.
Eran domingos
de un invierno sin sol en las ventanas,
de apuntes compartidos
y reuniones en casa de Julián.
Saciábamos la sed de rebeldías
con la guitarra al hombro
y un licor muy barato.
Moustaki era el motivo
de aquietar en mi espalda el temblor de tus dedos
recorriendo mi piel.
Sobraban las palabras.
Solo la música
y tu abrazo abarcándome.
La vida hecha de instantes.
Georges Moustaki cantando
"Ma solitude".
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