Y me encuentro de nuevo con las manos vacías...
No atesoré riquezas
ni malgasté los bienes que, generosamente,
la vida me ofrecía.
No aposté mi fortuna a una sola carta
ni vendí al diablo mi alma y mis anhelos.
Lo poco que tenía lo entregué sin reservas,
sin pedir nada a cambio.
Nada poseo, y he de avanzar.
Mis manos solo guardan unos restos de ayer.
Que nadie me reproche si me sorprenden
abriéndolas al aire,
recogiendo en sus huecos bocanadas de brisa,
para seguir viviendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario